viernes, 22 de enero de 2010

Otro café, por favor


No podía hablar, no me quedaban palabras...

Una lágrima recorrió mis mejillas mientras mantenía la cabeza gacha, no quería que me viera así.

Entrelazó sus manos con las mías, de nuevo.

- Te quiero - me dijo.

Yo seguía concentrada en que no me viese llorar, ni me percaté de lo que me había dicho.

Me levantó el rostro con las manos y barrió las lágrimas con las llemas de sus dedos...

- Te quiero - me susurró.

Entonces, me di cuenta de lo que había dicho. Clavé mis ojos en los suyos, el corazón me iba a explotar, todo el cuerpo se me combulsionaba.

No pude decir nada, ni él tampoco. Tan sólo nos fundimos en un abrazo del cual no me quise separar nunca... El caso es que lo tuve que hacer, pero tan sólo para juntar nuestras sonrisas en una.

miércoles, 20 de enero de 2010

Más sal

- Sí, me gustan mucho los chocolates que aquí preparan - sonreí.
- Ah, ¿prefieres un chocolate a un café? Puedo pedir uno si quieres... - dijo tan amable como siempre.
¿Es que no podía ser capullo en algún momento?
- ¡No, no, no! Los cafés tambien me encantan, ¡gracias! - dije agarrandole las manos instintivamente - además, no hacía falta ni que me invitaras... - añadí llevando rapidísimamente mis manos hacia mi taza de café.
- Me encanta complacer a las personas que quiero - dijo cogiendome las manos.
Yo no cabía en mí de la emoción. ¡Dios, llévame contigo porque yo ya soy la mujer más feliz del mundo!
- Oye, tú y yo tenemos confi - no paraba de soltarme las manos - y quería contarte algo...
¡Sí, sí, sí, sí, sí! ¡Claro que quiero salir contigo, llevo esperándolo medio año!
- Sss, sss, sí - por Dios, no me tiembles ahora.
- Bueno, hay una chica que me gusta. Pero... no sé cómo decírselo. ¿Tú qué harías? - se sonrojó muchísimo.
No, no, no, no... ¡Ahora no! ¡Ahora no seas un capullo y me vengas a pedir consejo! Soy yo la que lleva queriendo decir algo a alguien y no sabe cómo hacerlo...
- Emh, bueno. Creo que no soy la más indicada porque no sé mucho de esto - dije intentando zanjar el tema.
- Ya, pero eres una chica. ¿No saben de esto mucho las chicas?
- No te creas, al menos yo no - sonó cortante.
Por favor, ¡para! No quiero que sigámos con esto, no más.
- Sí, aunque... - se cayó.
Había dejado caer la taza al suelo para así ganar unos minutos y poder irme lo más pronto posible de allí.
- ¿Estás bien? - tan caballeroso - ¿Te pasa algo?
- No, no sé cómo ha pasado. La he cogido por un lado pensado que era el asa y se ha caido... - hablaba totalmente ennortada, mirando los pedazitos taza esparcidos por el sulo.
- Bueno, es igual. Ahora lo recogerán. De todas formas, tengo más dudas.
¡Cállate ya!
- ¿Cómo le digo que le quiero, que es el motivo por el que me levanto cada mañana? Que duermo para soñar con ella y me despierto para pensar en ella - sonó muy romántico.
Demasiado empalagoso, pero me encantaría ser ese motivo. Ahora no podía pararme a buscar una respuesta. Mi corazón estaba hecho añicos, como la taza que acababa de tirar. Fue cuestión de segundos, milésimas de segundos diría yo, la cuestión es que no notaba que la sangre corriese por mis venas...

lunes, 18 de enero de 2010

Agreguémosle azúcar


- ¡Hola! - le saludé con sonrisa nerviosa
- ¡Hola! - puso mucho impetu en el saludo - vaya ehm... te veo extraña.
Mierda, lo sabía.
- Estás muy graciosa con esos pelos y vestimenta, cada día me sorprendes más - dijo entre risillas.
Vaya, me ha sorprendido, me imaginaba otra cosa.
- ¿Quieres un café? - me invitó.
- Bueno, la verdad es que... - no me dejó terminar
- Un café como le expliqué antes, camarero - pidió levantando la mano a modo de llamada de atención.
¿Como le expliqué antes? ¿Qué tenía entre manos?
- Tome señorita - dijo el camarero mientras me ponía por delante el café.
Lo miré con detenimiento, parecía normal... excepto por la espuma con forma de corazón que flotaba por encima del café. Tenía el corazón a punto de estallar cuando...
- ¿Te gusta? - dijo impaciente - bueno, no es para que te quedes todo el rato mirándolo...
- Es, es, es, es... es precioso - ¡Mierda! no podía temblarme más la voz...
-Bueno yo es que... quería decirte una cosa - me susurró cabizbajo.
El suave contacto de sus labios con mi oreja me puso los bellos de punta.
- Di, di, dime - seguía vacilando mi voz.
- Bueno, llevo toda la mañana esperándote. Sé que frecuentas mucho esta cafetería...

viernes, 15 de enero de 2010

Café con sal


Estaba esperando a alguien, no sé a quién ni por qué, pero si sabía que lo hacía porque le observaba tras la muchedumbre. Se reflejaba en el cristal, parecía modelo de escaparate con la mirada hierática y penetrante que me hacía sentir que lo tenía a 3 centímetros de mi cara. Miraba al vacío, ansioso de que llegara esa persona. No podía soportar más esa mirada, así que me fui para no tener que volverla a ver.

Al cabo de un rato me rujía la barriga (como no, siempre tan caprichosa), y como pasaba por al lado de una cafetería, entré. Pisé un escaloncito que me adentraba en ella, siguiendo hasta la barra dije:


- Por favor, ¿qué desayunos tienen hoy en el menú? - creo que los menús del desayuno tambien cambian, ¿no?


Mientras que el camarero me tría el menú me dediqué a buscar asiento con la mirada. Por la derecha... nada. Detrás... nada. A la izquierda... él. ¿¡Qué!? ¿¡Dónde estaba yo ahora mismo!? No me lo podía creer, engañada por mi subsconciente.


- Perdone - le dije al camarero - no hace falta que me traiga ya el menú, gracias - dije con un hilillo de voz.


- ¿Puede repetirlo? - dijo entregandome el menú.


- Que... ehemm - me rasqué la garganta - NO HACE FALTA QUE ME TRAIGA EL MENÚ - se me escapó la voz, ¡había subido demasiado mi volumen!

A la señora de al lado se le había derramado encima el café del susto que se llevó, aunque estaba furiosa se me escapó una carcajada.

Mire hacia donde el se sentaba y, como me lo esperaba, me estaba mirando. Se me cambió la cara completamente; le sonreí para no hacer el feo y me hizo un gesto para que me sentara a su lado.


¡Nooooo! - estaba pensando - Por qué a mi, ahora me tendrá que contar que lleva ahí toda la mañana esperando a cualquier estúpida chica...

Y yo aquí - pensaba - con la ropa más fea que una chica pueda llevar: vaqueros anchos con las rodillas rotas (sí, y manchadas; me acababa de caer al barro pero es un detalle que preferí pasar por alto. ¡Ah!, y los pantalones no eran anchos, ¡me quedaban gigantes!), una camiseta de tirantes verdes con estampado floral (a lo ortera, olé ahí) y encima un chaleco de rejillas azul eléctrico. Ah, se me olvidaba; llevaba también las chanclas gigantes de mi padre (que parece que llevaba dos barcas a cada pié) porque mis zapatos estaban empapados del día anterior.


Bueno, hayá vamos - me dije a mi misma.


miércoles, 13 de enero de 2010

Caramelo


Miraba impasible mis tortitas con caramelo. No sé en lo que pensaba, bueno, lo que sí sé es que no pensaba en comermelas. Creo que te me vinistes al recuerdo y, claro, aún te echo de menos. Brotaron lágrimas de mi sin parar; ya caían a goterones, dejandome toda la cara y el cuello mojados, cuando me percaté de que el espeso caramelo que antes recubría mis tortias ahora estaba más fluido y líquido.

De repente me sorprende una mano sobre mi hombro

- Aaaaagh - grité y parecí un cochinillo a punto de ser matado.

- Tranquila, soy yo - dijo intentandome tranquilizar, pero el hecho de que fuese él me puso más neviosa aún - tienen buena pinta las tortitas, ¿las has hecho tú?

- Pero... - no pude decir nada.

- ¡Cómo no las vas ha hacer tú, si eres una pastelera en toda regla! - rió mintras me robaba de entre mis dedos el tenedor.

- Es que... - seguía sin poder terminar la frase.

- Mmmmmm - degustaba mis tortitas - mmmmmmm - poco a poco se le iba cambiando la cara - mmmghh... - dijo poniendo cara de limón.

- ¿Qué pasa? - ¡por fín, aleluya! ¡había articulado unas palabras!

- Están... saladas... - se decepcionó.

- Ahh, ¡sí! Estaba en busca de nuevos sabores y, bueno... se me ocurrió el echarles sal a las tortitas - ¡Perfecto! Menuda excusa más buena te acabas de inventar

- Bueno, la próxima vez procura echar ingredientes compatibles - dijo poniendo la cara arrugada y buscando como loco algo que le quitase ese sabor, preferiblemente algo que no tubiera sabores extraños.

- Sí, es que es lo que tiene el aburrimiento - ¡Y seguimos con las excusas de matrícula de honor!

- Si te aburres más veces hazme unas tortitas, pero de las buenas, - se cachondeó - ya sabes que me encantan tus postres - sonó sincero y estas palabras me atravesaron el corazón.

La verdad es que no lo sabía, pero asentí como una tonta e imaginé nuestra boda y los tres niños que íbamos a tener (John, Ben, Christian) mientras él salía de la habitación probablemente pensando en lo chalada que estaba.

Tarta de arándanos


Cada vez que deboro una de éstas se me vienen a la mente recuerdos de mi infancia: Cuando mi abuela hacía esta tarta y se la llevaba a la casa de campo, donde allí nos la comíamos toda la familia junta, cuando recogía arándanos de las tierras de mi tio mientras paseábamos a caballo, que el color morado era mi favorito...
¡Pero qué estoy diciendo, me estoy americanizando! No he hecho eso en mi vida, de hecho nunca he llegado a probar esta tarta, pero acompañada de seres a los que quieres, ya sean amigos, familiares, etc tiene que ser una buena combinación.
Sencilla regla de tres:
Tarta de arándanos + amigos = volver a tener que hacer otro día una igual
Tarta de arándanos + familia = tener que escuchar consejos de tus mayores para mejorarla
Tarta de arándanos + novio = empache total
Tarta de arándanos + novio glotón = conquista definitiva

¡Tú decides que hacer con la tarta de arándanos!